‘El silencio como estrategia en tiempos de ruido, saturación y miles de impactos’, por Berta Jiménez

Vivimos en un ecosistema digital donde cada segundo hay una alerta, un vídeo, una notificación, un banner que se abre en pantalla. El ruido es constante y la atención se disipa. Como mecanismo de defensa ante tal saturación, los usuarios hemos desarrollado lo que podríamos llamar “sordera publicitaria”: deslizamos, saltamos, ignoramos.

La gran pregunta entonces es: ¿sirve de algo la publicidad? La respuesta es sí. Pero en un entorno como el actual, donde hay tantísimos estímulos, las marcas deben reflexionar seriamente sobre la manera más eficaz de captar la atención de los usuarios. Más allá de formatos publicitarios innovadores, experiencias novedosas, spots que apelan a la emoción o branded content, deberían tratar de buscar caminos que estén menos explotados, inusuales, inexplorados. Y en este punto, hay que tener en cuenta que no siempre lo más acertado es gritar más o más fuerte, sino todo lo contrario: apostar por el silencio puede ser una estrategia de éxito.

Un anuncio que reduce el ruido, apuesta por el silencio silencio, sorprende porque rompe con lo que esperamos. El silencio, en publicidad, no es vacío: es pausa, es respiro, es una oportunidad de captar la atención justo porque va contracorriente.

El silencio como narrativa

En campañas sociales, el silencio es todavía más poderoso. WWF, Greenpeace y otras organizaciones lo han usado para generar impacto y reflexión. Mostrar paisajes naturales en silencio, solo interrumpidos por un tic-tac de reloj, no necesita más explicación: el mensaje es claro, urgente y profundo.

Pero el silencio también puede ser una declaración de principios más allá de un anuncio. La marca de cosméticos Lush, por ejemplo, decidió en 2021 abandonar redes sociales como Instagram, TikTok o Facebook, denunciando el impacto negativo de estas plataformas en la salud mental. Un movimiento arriesgado, pero coherente con sus valores, y que con el tiempo ha demostrado ser muy acertado.

Esto no es una fórmula mágica. Si no está bien pensado, el silencio puede ser percibido como algo confuso o incluso irrelevante. Además, no todas las plataformas lo ponen fácil: en TikTok o Instagram, por ejemplo, donde el consumo es ultrarrápido, un vídeo sin sonido corre el riesgo de pasar desapercibido en cuestión de segundos.

La clave está en entender cuándo, dónde y cómo aplicarlo. El silencio no es ausencia, es estrategia. Requiere un conocimiento profundo de la audiencia y una narrativa clara detrás. En un entorno en el que todo compite por captar la atención a gritos, este recurso emerge como una opción disruptiva y elegante. El silencio no es vacío, es un mensaje en sí mismo. El silencio nos ayuda a escuchar. Es una invitación al espectador para que mire de otra manera y, en esa mirada, captar su atención.

Berta Jiménez, Senior Content Manager en PROGRAMMATIC SPAIN

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