‘Vacaciones (de verdad): parar para seguir’, por Patricia Iglesias

Agosto. Ese mes en el que muchas cosas se detienen (por lo menos, en España). Paran las reuniones. Paran las formaciones. Los emails reciben respuestas automáticas con mensajes como “estoy fuera hasta septiembre”. Pero… ¿nosotros/as paramos de verdad?

En la industria AdTech y programática (y, por desgracia, en general) vivimos tan en el “modo urgencia”, que a veces ni siquiera sabemos descansar. La propia industria no para, como hacen otras de otros sectores.

La desconexión real se ha vuelto casi un lujo, y el descanso profundo, algo que muchos/as necesitan, pero que no saben cómo conseguir. E, incluso, a veces, culpabilizado. Pero no hay nada más necesario.

El sector en el que trabajamos está construido sobre la base de la inmediatez: campañas que se optimizan en segundos, algoritmos que aprenden y se ajustan en tiempo real, decisiones que se toman al minuto. Competitividad en estado puro. Y equipos que tienen que estar “on” siempre. Porque si no estás tú… ¿quién lo hace? Es más… si no estás tú… habrá otra empresa de la competencia que lo haga.

Esa presión sostenida puede parecer normalizada. Pero no lo es. O no debería serlo. Y las consecuencias están a la vista: rotaciones cada vez más altas, talento joven que salta a otros sectores, personas con burnout que no lo dicen hasta que explotan. La ansiedad no aparece de la nada. El agotamiento tampoco.

Y todo esto, aunque ya lo sabemos, sigue pasando. Porque seguimos sin poner límites claros. Porque nos cuesta parar.

El descanso como estrategia (no como premio)

Nos han enseñado que parar es perder el tiempo. Que descansar es algo que “te ganas” después de haber rendido al 200%. Que si no produces, no vales. Que si no estás disponible, estás fuera. Y ese mensaje (que muchas veces no se dice, pero se transmite) nos hace vivir en alerta constante.

Pero el descanso no es un premio. Es una necesidad biológica, mental y emocional. Y, en el contexto laboral, es una estrategia de sostenibilidad. Porque nadie puede dar lo mejor de sí mismo/a si está exhausto/a. Porque la creatividad no nace del estrés. Porque el liderazgo no se ejerce bien desde la fatiga crónica. Porque la innovación requiere pausa. Requiere presencia. Requiere espacio.

Debemos aprender a incorporar las pausas dentro de nuestras jornadas, dentro de las semanas de trabajo, y no únicamente cuando nos corresponden unos días de vacaciones.

El cuerpo habla (aunque no lo escuchemos)

¿Cuántas veces hemos sentido cansancio acumulado, falta de motivación, confusión mental, irritabilidad o apatía? ¿Cuántas veces lo hemos ignorado? O lo hemos tapado con más trabajo, con más tareas, con más “vamos a tirar una semana más”.

El cuerpo avisa. Y cuando no lo escuchamos, grita. En forma de ansiedad, insomnio, crisis de sentido, dolores persistentes o desmotivación total. No es debilidad. Es un mensaje claro de que algo necesita parar. Y merece la pena escucharlo a tiempo.

Vacaciones no son solo “días libres”

De hecho, no todas las vacaciones son descanso.

Podemos estar fuera de la oficina y seguir con la cabeza dentro. Revisando emails “por si acaso”. Respondiendo mensajes con culpa. O pensando en todo lo que vendrá a la vuelta. Y eso no es descansar. Eso es simplemente trabajar sin estar en la oficina.

Descansar de verdad implica desconectar del deber constante. Implica poder reconectar con lo que somos fuera del rol profesional. Implica aburrirse un poco. Mirar al techo. Caminar sin rumbo. Hablar con desconocidos/as. Reconectar contigo. Y con lo que te hace bien.

Hacer balance: qué me nutre y qué me drena

Agosto también es buen momento para revisar. No solo tareas. Sino dinámicas internas. ¿Qué me está haciendo bien? ¿Qué me está drenando? ¿Qué tipo de conversaciones tengo a diario? ¿Qué entornos me motivan y cuáles me desgastan?

Muchas veces seguimos en piloto automático porque no nos damos ese espacio de revisión. Porque cuesta levantar la mano y decir: “esto ya no me suma”, “así no quiero seguir”, “necesito cambiar algo”. Pero es justo ahí donde empieza el bienestar auténtico. Sentir que estamos alineados/as con lo que hacemos y con cómo lo hacemos.

¿Y qué tiene que ver esto con el talento? TODO

Las personas no se van de las empresas solo por dinero. Se van porque están agotadas, porque no encuentran propósito, porque no se sienten escuchadas, porque no hay espacio para parar ni para decir “no puedo más”. Y cuando se van, muchas veces no es solo de la empresa. Es del sector.

La industria programática es apasionante. Es innovadora, es veloz, es estratégica. Pero también puede ser profundamente desgastante si no ponemos foco en el cuidado. Si no redefinimos el éxito. Si no entendemos que el bienestar no es opcional.

Cuidar del talento es ofrecerle entornos donde pueda respirar, aprender, equivocarse, crecer y también descansar. Es hacer sostenible lo que hoy parece urgente. Es fomentar una seguridad psicológica que fomente pedir ayuda. Que nos permita detectar el burnout antes de que pase factura.

La calma también se aprende

No todo el mundo sabe estar en calma. A muchas personas les incomoda el silencio, la falta de tareas, la “falta de utilidad”. Pero la calma se entrena. Se aprende a parar sin culpa. Se entrena la presencia. La pausa. La respiración. El autocuidado.

Y también se aprende a estar bien. A dejar de vivir en el estrés como si fuera un mérito. A soltar la identidad de “persona resolutiva que no desconecta nunca”. A entender que la salud mental no es un extra, es parte de la profesionalidad.

Este artículo no pretende ser solo una reflexión veraniega (que también). Pretende ser una invitación a la honestidad, a la coherencia personal. A levantar la mano cuando algo no va bien. A hablar antes de que sea tarde. A pedir ayuda. A cambiar de rumbo si es necesario. A elegir de nuevo.

Porque a veces nos toca frenar. A veces nos toca cambiar. A veces, lo más valiente no es seguir, sino parar. Y preguntarnos:

— ¿Estoy bien aquí?

— ¿Estoy siendo coherente conmigo?

— ¿Estoy construyendo algo que me representa?

— ¿Estoy en calma?

Y por eso también es tan importante revisar la coherencia entre nuestros valores personales y los de la organización. Porque cuando esa alineación existe, incluso los momentos de presión se transitan de otra manera. Con sentido. Con propósito. Con energía.

Ojalá este agosto esté siendo o haya sido más que un paréntesis para vosotros/as. Ojalá haya servido para resetear, para revisar, para reenfocar. Para volver distintos/as. No más fuertes. No más productivos/as. No más eficaces.

Volver más conscientes.

Más conectados/as con lo que importa.

Más valientes para decir lo que necesitamos.

Más comprometidos/as con nuestro propio bienestar y con el de los equipos.

Más humanos/as.

Porque si algo necesita este sector para seguir evolucionando, no es más velocidad. Es más humanidad.

Y a veces, todo empieza por una pausa.

Y desde las organizaciones, permitir que sea así. Es más beneficioso de lo que se cree. Tanto a nivel personal, como empresarial.

Por Patricia Iglesias, Chief People & Culture Office de Techsoulogy

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