Por qué la inteligencia artificial no arreglará el problema de confianza en la publicidad
En las últimas semanas hay una nueva sigla que ha empezado a colarse en las conversaciones de los profesionales del marketing: AdCP, o Advertising Communication Protocol. Puede sonar técnico y lo es, pero detrás hay una idea muy simple: crear un lenguaje común para que las inteligencias artificiales puedan comprar y vender publicidad entre sí, sin intervención humana.
En teoría, es el siguiente paso tras la publicidad programática que automatizó la compra de espacios digitales hace más de una década, solo que esta vez, la promesa es más ambiciosa: un mercado transparente, eficiente y sin intermediarios.
El sistema se basa en que ambos lados, anunciantes y medios, revelen sus verdaderas preferencias: cuánto están dispuestos a pagar o cobrar, qué tipo de audiencia buscan, qué contexto necesitan y qué resultados esperan. Las IA, a través del protocolo AdCP, procesan esa información y encuentran el mejor punto de encuentro para ambas partes. Es decir, un mercado sin secretos, optimizado en tiempo real, sin comisiones ocultas ni márgenes inflados. Si suena demasiado bien es porque probablemente lo sea.
La industria de la publicidad no fue diseñada para decir la verdad
El mayor obstáculo no siempre es la tecnología, sino la cultura del sector. La publicidad moderna se construyó sobre una premisa tácita: “no revelar demasiado”. Los compradores no dicen cuánto están dispuestos a pagar realmente, los vendedores no muestran su precio mínimo real. Y entre ellos, intermediarios y plataformas han prosperado precisamente en ese espacio de ambigüedad. En un mercado donde cada parte busca conservar una ventaja de información, la transparencia no es un valor: es una amenaza. Por eso, aunque AdCP prometa un sistema más honesto, su éxito depende de algo que la publicidad nunca ha sabido manejar: la confianza.
Cuando los algoritmos heredan los vicios humanos
Los defensores de AdCP argumentan que los agentes de IA podrán eliminar errores y sesgos humanos, negociando de forma más justa y precisa. Pero la historia reciente invita a ser prudentes. La programática ya prometió lo mismo: eficiencia, precisión, transparencia, pero el resultado fue un ecosistema tan complejo que ni los propios anunciantes saben con certeza dónde acaban sus anuncios, cuánto de su presupuesto se pierde en intermediarios o cuántas impresiones son realmente vistas por personas.
Cambiar las manos humanas por algoritmos no resuelve el problema de fondo si los incentivos siguen siendo los mismos: maximizar el beneficio y no la confianza. Además, AdCP introduce un nuevo riesgo: si los sistemas de IA negocian entre sí, ¿quién garantiza que los datos o señales que usan para tomar decisiones no estén manipulados? Los medios podrían inflar sus métricas, los anunciantes podrían sesgar sus objetivos para obtener mejores condiciones y los agentes, los supuestos mediadores “neutrales”, aprenderán a jugar con las reglas del sistema en su propio favor. Aquí el reto no es si las máquinas pueden mentir, sino que nosotros sigamos premiando a quienes lo hacen mejor.
La transparencia no se programa, se practica
Algunos comparan la llegada de AdCP con lo que fueron las subastas de segunda puja en su momento: un intento de introducir “verdad” en un sistema donde nadie decía la verdad. Durante un tiempo funcionó hasta que alguien cambió las reglas, por eso, más que preguntarse si AdCP reemplazará al sistema actual, habría que preguntarse si el sector está dispuesto a renunciar al juego de las sombras que lo ha sostenido durante años. Porque si los anunciantes siguen ocultando datos, los medios siguen protegiendo su opacidad, y las plataformas continúan cobrando comisiones invisibles, ningún protocolo por muy avanzado que sea podrá arreglar lo que la cultura no quiere cambiar. El futuro de la publicidad automatizada no depende tanto del código que escriban los ingenieros, sino del tipo de contratos y compromisos que estén dispuestos a firmar sus ejecutivos.
Conclusión
AdCP no es el problema, pero tampoco la solución, es simplemente un espejo que devuelve la imagen real de una industria que siempre ha preferido vender ilusión antes que confianza. Si la transparencia se convierte en el nuevo valor de mercado, la publicidad entrará de verdad en su era de madurez, pero si todo sigue girando en torno a la ventaja, la negociación y el margen oculto, AdCP será solo nuevos raíles para el mismo tren.
Puntos clave:
AdCP promete revolucionar la compraventa publicitaria con IA que negocia directamente entre marcas y medios.
Su éxito no dependerá de la tecnología, sino de la voluntad del sector de abandonar la opacidad y adoptar una cultura de confianza real.
Sin cambios en los incentivos, la transparencia seguirá siendo un eslogan más en una industria que nunca se ha atrevido a practicarla.
Este resumen lo ha creado una herramienta de IA basándose en el texto del artículo, y ha sido chequeado por un editor de PROGRAMMATIC SPAIN.
