El pacto Disney–OpenAI reabre el debate sobre copyright y las marcas

The Walt Disney Company y OpenAI anunciaron el 11 de diciembre de 2025 un acuerdo de licencia por tres años que permitirá a los usuarios generar vídeos con personajes de Disney, Pixar, Marvel y Star Wars dentro de Sora, la herramienta de vídeo generativo de OpenAI. El pacto incluye un universo de más de 200 personajes (entre ellos Mickey Mouse y Darth Vader) y, según distintas informaciones, contempla también que una selección de creaciones de fans pueda llegar a emitirse en Disney+.

El movimiento es relevante por lo que habilita… y por lo que tensiona. En las últimas semanas, Disney también ha intensificado su defensa de la propiedad intelectual frente a la IA: medios como The Verge han informado de una comunicación legal contra Google, acusando a sus modelos de generar contenidos que imitan personajes protegidos. El contraste es llamativo: por un lado, licenciar de forma controlada; por otro, perseguir usos no autorizados.

En paralelo, el debate ha llegado al marketing de forma más práctica que filosófica: ¿hasta qué punto usar IA generativa puede poner en riesgo la capacidad de una marca para “poseer” su creatividad, o incluso exponerla a conflictos con terceros? Esa fue la pregunta de fondo de un episodio del Digiday Podcast publicado a mediados de diciembre, con la participación de Rob Driscoll (Davis Wright Tremaine), especializado en asuntos legales para media, entretenimiento, publicidad y tecnología.

Driscoll describió un cambio claro en las políticas internas de muchas compañías: al inicio, no era raro que marcas prohibieran expresamente a agencias y productoras usar GenAI; hoy, en cambio, cada vez más organizaciones la están integrando (e incluso “mandando”) como parte del proceso creativo. El problema es que la adopción avanza más rápido que la certidumbre jurídica, especialmente en copyright y marcas.

En cuánto al copyright, la preocupación más operativa es la infracción “sin intención”: una pieza generada con IA puede acabar siendo demasiado similar a una obra existente sin que el equipo lo sepa. Ese riesgo, explicó Driscoll, es uno de los puntos ciegos de la producción creativa con modelos generativos, donde la trazabilidad de “de dónde sale” cada resultado no siempre es evidente.

En marcas, la visión es distinta: si un propietario permite que terceros adapten o modifiquen signos distintivos fuera de su control, puede abrirse un argumento técnico de debilitamiento de la protección (“dilución”), al perder consistencia y supervisión sobre el uso de la marca. En un acuerdo como el de Disney, esa capa de control (qué se puede usar, cómo y bajo qué limitaciones) se vuelve central.

A todo esto se suma una tensión que afecta directamente al anunciante: la propiedad sobre el resultado final. En EE. UU., la Oficina de Copyright ha reiterado que la protección exige autoría humana; por eso, las obras generadas “solo” por IA, sin contribución creativa humana suficiente, pueden no ser registrables. Al mismo tiempo, sí reconoce escenarios donde hay copyright si existe intervención humana identificable (por ejemplo, edición, selección y arreglo creativo del material).

En la práctica, muchas compañías están adoptando un enfoque de mitigación basado en dos palancas. La primera es tratar el output de la IA como un punto de partida y no como pieza final, añadiendo intervención humana significativa. La segunda es migrar desde herramientas abiertas hacia entornos “enterprise” con términos más estrictos, donde los prompts y outputs no se utilicen para entrenar modelos o generar resultados para terceros, reduciendo exposición y mejorando gobernanza.

El acuerdo Disney–OpenAI, por tanto, no solo es una noticia de entretenimiento o plataforma: es una señal de hacia dónde se dirige el mercado. La industria parece moverse hacia modelos de IA generativa cada vez más “licenciados”, con controles, catálogos autorizados y reglas de uso claras. Y, para los equipos de marketing, la conclusión es incómoda pero útil: la creatividad generativa escala, pero la responsabilidad legal (copyright, marca y trazabilidad) también.

Puntos clave:

  • Disney y OpenAI avanzan hacia un modelo de IA “licenciada”: uso de personajes bajo control y reglas para habilitar creatividad generativa sin perder gobernanza de marca.

  • Para marketing, la GenAI escala producción pero eleva riesgos: infracción involuntaria, dudas sobre propiedad/autoría del output y exposición a conflictos de copyright de terceros.

  • El caso refuerza una tendencia operativa: más adopción de herramientas enterprise, más intervención humana y procesos de revisión para reducir riesgo de dilución de marca y problemas legales.

Este resumen lo ha creado una herramienta de IA basándose en el texto del artículo, y ha sido chequeado por un editor de PROGRAMMATIC SPAIN.

 
Siguiente
Siguiente

Los publishers desean poner fin al scraping AI y obtener una compensación justa por su contenido