‘Propósito y responsabilidad: el cambio que empieza en uno/a mismo/a’, por Patricia Iglesias
En AdTech y Programática vivimos en modo “urgencia”.
Cada campaña se mide en tiempo real, cada cliente espera resultados inmediatos, cada optimización debe ejecutarse al momento... Cualquier caída o fallo implica un impacto económico muy elevado. Y eso no es malo. Es parte del ADN del sector.
Pero con tanto movimiento, no es raro que muchas personas vivan su día a día laboral en modo supervivencia, resolviendo, apagando fuegos, entregando. Y en ese piloto automático, se va perdiendo algo esencial: el propósito. ¿Para qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué sentido tiene nuestra contribución en el trabajo que realizamos?
En nuestro sector no todo el mundo trabaja en compañías que tienen una misión inspiradora ni valores claramente definidos. Tampoco se caracteriza precisamente por tener una narrativa fuerte en torno a su impacto social o propósito colectivo, por lo que esta desconexión se vuelve especialmente crítica.
Y, por eso, el propósito personal cobra aún más fuerza.
Muchas veces el propósito corporativo no está presente, o si lo está, no se traduce en acciones reales. O, simplemente, no genera una conexión profunda con las personas del equipo. Y aquí es donde entra una reflexión incómoda, pero necesaria: Si no sientes que estás aportando valor donde estás, ¿qué estás haciendo para cambiarlo?
El propósito no es algo que se recibe. Es algo que también se construye desde lo individual.
Porque incluso en los entornos más técnicos o comerciales, hay margen para generar impacto positivo, para crecer, para ser parte de algo más grande (si uno/a se lo permite).
¿Qué ocurre cuando no nos lo planteamos y caemos en la trampa de la queja?
Que si el sector no tiene “alma”…
Que si la empresa no cuida a sus empleados/as...
Que si el equipo está desmotivado…
Que si el ritmo es inhumano…
Y sí, puede que algo (o todo eso) sea verdad. Pero si lo es… ¿por qué sigues ahí? ¿De verdad crees que resignarte, que arrastrarte todos los días esperando el fin de semana o el próximo festivo, es la mejor respuesta posible?
La queja crónica, esa que se convierte en identidad, no transforma nada. Solo alimenta la frustración y mina la motivación propia y la de los demás. Y lo más peligroso: nos hace olvidar que tenemos capacidad de decisión.
Y aquí es donde llegamos a un tema que, personalmente, me resuena y en el que insisto mucho: la responsabilidad individual.
No siempre se puede cambiar de trabajo de inmediato. Hay situaciones personales, económicas o familiares que condicionan. Pero…
Sí se puede empezar a cambiar la actitud.
Sí se puede reflexionar sobre qué parte de la situación depende de uno/a mismo/a.
Sí se puede dejar de vivir como víctima y empezar a actuar como protagonista.
Todo eso también es propósito:
Reconocer cuándo ya no estás bien.
Preguntarte qué necesitas para volver a estarlo.
Tomar decisiones, aunque sean incómodas.
Buscar espacios donde tu talento tenga sentido.
Y si decides quedarte, hacerlo con intención y con compromiso, no por inercia ni resignación.
¿Cómo? Aportando valor (y no solo cumpliendo con el trabajo)
Proponiendo ideas que mejoran procesos o relaciones.
Implicándote con actitud constructiva, incluso cuando algo no depende de ti.
Dando feedback con respeto, y recibiéndolo con apertura.
Cuidando el ambiente del equipo, en lugar de alimentarlo de toxicidad.
Siendo coherente entre lo que pides y lo que ofreces.
Ningún sector está exento de poder ser transformado. Ni siquiera uno tan centrado en la optimización y la tecnología como el nuestro.
Hay que tener claro que la búsqueda de propósito no es sencilla, pero debe ser nuestra guía. Significa sentir que lo que haces, lo que decides, lo que das y lo que recibes están alineados con lo que eres y con lo que quieres ser. Y no hay nada más potente que eso. Cuando eso no sucede, el cuerpo lo nota. La mente también. El agotamiento no viene solo del trabajo duro, sino de la desconexión. De vivir dividido entre lo que haces y lo que valoras.
Por eso, antes de culpar al entorno (que a veces lo merece, sí), conviene hacer una pausa y preguntarse:
¿Estoy en el lugar adecuado para mí, hoy?
¿Estoy contribuyendo desde un lugar de coherencia?
¿Estoy esperando que algo cambie… sin cambiar yo?
Estoy siendo responsable y analizando todo el contexto o vivo en la misma queja de siempre?
¡Ah! Y no vayas a pensar que solo lo dejo en las manos de las personas que forman parte del equipo, porque las empresas también tienen una responsabilidad colectiva muy importante. Aunque en este artículo pongo el foco en la responsabilidad personal (ya hablaremos de la de la compañía en otro), no podemos ignorar la parte que le toca a las organizaciones.
Las empresas que quieran atraer y fidelizar talento real y que aporte, necesitan construir culturas más coherentes, más alineadas con valores, más transparentes. Hoy el talento busca coherencia. Busca liderazgo humano. Busca sentido. No se trata de tener una marca brutal, sino de que cada decisión de gestión, de liderazgo, de comunicación, esté alineada con una cultura que cuida, que escucha y que evoluciona.
Y esto, precisamente en AdTech, puede ser un diferencial brutal. En un sector que aún arrastra prácticas tóxicas, culturas cortoplacistas o modelos centrados solo en resultados, destacar por hacer las cosas bien (con propósito, con visión humana) no solo es valiente. Como siempre digo, es estratégico.
Así que… puedes ser parte de la solución o seguir quejándote… Tú eliges. No podemos controlar todo lo que pasa en una organización. Pero sí podemos controlar cómo elegimos estar en ella.
Por Patricia Iglesias, Chief People & Culture Office de Techsoulogy
