‘¿Y si los eventos dejaran de reflejar nuestra superficialidad para empezar a tener propósito?’, por Yenthel de la Torre (t2ó ONE)

Afrontamos el último trimestre del año y, como siempre, la cantidad de encuentros en la industria marketiniana aumenta. Tanto que ni siquiera sabes a cuál asistir, o si tendrás más oportunidades para captar un cliente o contacto en uno que en otro. Pero… ¿qué es lo que diferencia a un evento de otro, y qué tienen en común entre ellos?

Lo que está claro es que hay algo casi predecible en los eventos del sector del marketing: los mismos auditorios, los mismos cafés con leche templados, los mismos paneles donde todos coinciden en que “el usuario está en el centro”. Se reparten sonrisas, tarjetas, y alguna que otra promesa de colaboración que rara vez llega a materializarse. Pero entre el ruido de los stands y los hashtags, muchas veces acabamos haciéndonos la misma pregunta: ¿para qué sirven realmente estos encuentros?

Durante años nos hemos convencido de que los eventos existen para hacer networking. Una palabra tan repetida que a veces creo incluso que ha perdido su sentido. Y es que, si fuera solo por contactos, bastaría con LinkedIn, ¿no? Por otro lado, si fuera por conocimiento, podríamos quedarnos en casa viendo charlas inspiracionales de gurús de la industria en YouTube. Entonces, ¿por qué seguimos llenando salas y agendas para asistir a estos encuentros de publicidad y marketing?

Personalmente, soy la primera a la que le gusta acudir a este tipo de encuentros. Y es que, a pesar de que sí detecto un común denominador en todos ellos: mismas caras, mismo discurso, mismo todo… lo cierto es que, en el fondo, me encanta conectar con las personas, más allá de las reuniones con una pantalla de por medio o emails infinitos (también muy necesarios, ojo). Por eso, realmente creo que una de las razones por las que estos encuentros siguen triunfando es porque seguimos buscando autenticidad en una industria que a menudo se disfraza de estrategia. En un sector obsesionado con la inmediatez, los eventos representan uno de los pocos espacios donde el tiempo se desacelera. Donde alguien se atreve a contar un error en voz alta, donde una conversación fuera de guión puede valer más que una masterclass entera, donde todavía es posible escuchar algo que no suene a nota de prensa. 

Y ahí está el verdadero valor: no en el número de tarjetas recogidas, sino en las ideas que nos incomodan. En ese comentario que desmonta lo que creíamos tener claro. En la mirada de otro profesional que nos obliga a repensar cómo medimos el éxito o qué entendemos por innovación. Por eso, creo que los eventos del marketing deberían servir para eso: para provocar, no solo para confirmar lo que ya sabemos.

Claro que hay mucho de vanidad y de escaparate. A veces, estos eventos se parecen más a una pasarela de egos que a un foro de pensamiento. Pero también hay destellos de algo genuino: gente que se toma en serio la curiosidad, que no tiene miedo de admitir que no tiene todas las respuestas, que usa el congreso no para exhibirse, sino para aprender a escuchar mejor.

Quizá el futuro de estos encuentros dependa de que dejemos de asistir para ser vistos y empecemos a ir para ver de verdad, para escuchar, para inspirarnos, para aprender. De que los eventos del sector vuelvan a ser lo que siempre prometieron: un punto de inflexión, no un photocall con acreditaciones para subir luego la foto a Linkedin o cualquier otra red social. 

Porque al final, más allá del networking, los eventos del marketing nos recuerdan algo esencial: que este negocio, con toda su tecnología, métricas y automatización, sigue siendo profundamente humano, como la vida en sí misma. Por eso, lo que buscamos en cada evento es sentirnos parte de algo que todavía tiene alma. Mirarnos a los ojos y recordar que detrás de cada briefing hay personas que dudan, se emocionan, se cansan y, aun así, siguen intentando contar historias que conecten. Algo que pasaba antes de la llegada de la IA, y que sigue y seguirá pasando con ella presente en nuestras vidas.

Quizá de eso trate todo esto: de seguir encontrándonos, no para hablar de marketing, sino para recordar por qué nos sigue importando. Por eso, mientras existan ideas capaces de sacudirnos, seguirá valiendo la pena encontrarnos, aunque solo sea para volver a pensar distinto.

Yenthel de la Torre, Head of Marketing en t2ó ONE

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