Fingerprinting, el “Voldemort” del ecosistema publicitario

En esta industria, hay temas que nadie quiere tocar y el fingerprinting es uno de ellos. Podríamos decir que es el “Voldemort” del ecosistema publicitario: se murmura su nombre, se le atribuyen poderes oscuros y se le señala con el dedo… pero sin embargo, está en todas partes.

Como ha comentado Anthony Katsur en alguna ocasión: “People love to throw the F-word out there like it’s this nefarious, evil, dark thing. No, it’s just an identifier.” Y tiene razón, el verdadero escándalo no es que exista el fingerprinting, sino que sigamos fingiendo que no lo usamos, así que ha llegado el momento de hablar claro.

Anatomía del Fingerprint

Para empezar: ¿qué es exactamente el fingerprinting? Pese a los ríos de tinta, artículos alarmistas y frases con titular político fácil, no existe una definición legal universal, pero podemos decir sin rodeos que fingerprinting es la combinación de señales deterministas y probabilísticas, desde la IP y el sistema operativo hasta las fuentes instaladas o la resolución de pantalla, para generar un identificador único, sin usar datos personales directos. Es persistente, evasivo y, lo más importante, invisible para el usuario medio. Puedes borrar cookies, resetear el navegador o hacer yoga en Bali: tu fingerprint sigue ahí, observandote e identificándote.

Teatro regulatorio y alarmismo selectivo

El problema no es técnico, es político. No hay ninguna ley en ningún lugar del mundo que diga que no se puede hacer, siempre y cuando el consumidor sea informado y dé su consentimiento. La trampa, por supuesto, está en esa última parte… porque los usuarios no saben que está pasando y las empresas, salvo honrosas excepciones, no tienen ningún interés en explicártelo. Así que entramos en el gran circo del "teatro regulatorio": prohibimos las cookies, demonizamos el fingerprinting, aplaudimos a las plataformas que prometen salvarnos… y, de fondo, todo sigue funcionando igual, solo que con menos transparencia y más concentración de poder. Las Big Tech, por cierto, encantadas: se autoproclaman guardianes éticos del ecosistema mientras dictan las reglas que las benefician.

Donde realmente muere el consentimiento

Aquí es donde todo el sistema se desmorona porque el fingerprinting, tal y como se aplica hoy, no permite el opt-out real. No hay pop-up, ni checkbox, ni política de privacidad que lo frene y cuando se ejecuta server-side, ni los navegadores más estrictos pueden evitarlo. Y ojo que no es un descuido sino un diseño intencional y es el modelo de negocio de muchas empresas.

Pero si el consumidor no tiene la posibilidad de rechazarlo... ahí es donde empiezan los problemas… así que estamos hasta el cuello de problemas, porque si quieres saber cuantas señales probabilísticas tiene tu navegador sobre tí, abre esta página y alucina: https://amiunique.org/

IAB Tech Lab: ¿Se puede apagar una sombra?

¿Qué opina IAB Tech Lab sobre el fingerprinting? Pues bien, su enfoque es más pragmático que alarmista. No defienden el fingerprinting, pero tampoco lo condenan y proponen algo radical en esta industria: regularlo bien.

Su visión es tener protocolos de opt-out estándar, que funcionen de verdad, transparencia auditable, no solo promesas en presentaciones y estándares comunes que no sean vaporware. En teoría, esto parece ser el camino, pero en la práctica, el 90% del mercado trata los opt-outs como los influencers tratan los disclaimers de “publicidad pagada”, es decir, como un trámite decorativo.

El verdadero villano es el miedo

No nos engañemos. El fingerprinting tiene riesgos, pero el auténtico peligro es el miedo como herramienta de poder. Cuando se exagera el impacto de esta técnica, rara vez es por ética, lo que hay detrás suele ser algo relativo a empujar a los reguladores a legislar en falso, bloquear a competidores más pequeños o distraer de los problemas reales (como el control de los datos, la falta de accountability o el abuso de modelos opacos).

¿Y cual es el resultado? Sencillo: Más poder para los mismos cinco de siempre, porque ellos pueden permitirse cumplir, o parecer que cumplen, mientras los pequeños se pierden entre marcos legales imposibles y siglas sin sentido.

¿Hay una salida? Tal vez, pero no será fácil

El modelo que plantea IAB Tech Lab tiene lógica: fingerprinting regulado, visible y evitable, pero exige tres cosas que históricamente el AdTech ha evitado a toda costa: Transparencia real, control efectivo del usuario y estándares comunes que se apliquen de verdad.

¿Sucederá? Probablemente no… al menos hasta que alguien testifique ante el Congreso con lágrimas en los ojos y una taza de “privacy-first” en la mano… pero al menos ahora querido lector, ya lo sabes: el fingerprint no es el verdadero monstruo, el monstruo es el miedo y mientras no dejemos de usarlo como humo para proteger intereses creados, el futuro del AdTech será igual de opaco que su pasado, solo que con más siglas… y menos dignidad.

Puntos clave:

  • El fingerprinting no es ilegal, pero es invisible: Aunque no existe una ley que lo prohíba, su uso sin una opción real de opt-out convierte esta práctica en problemática desde el punto de vista de la privacidad.

  • La industria lo utiliza mientras lo niega: Muchas empresas critican públicamente el fingerprinting, mientras lo emplean en secreto como parte de su modelo de negocio, en un contexto de opacidad y consentimiento ficticio.

  • El verdadero enemigo no es la tecnología, sino el miedo: El pánico alrededor del fingerprinting es utilizado por grandes plataformas para proteger su dominio, distraer a los reguladores y asfixiar a los competidores más pequeños.

Este resumen lo ha creado una herramienta de IA basándose en el texto del artículo, y ha sido chequeado por un editor de PROGRAMMATIC SPAIN.

 
El Insider

Publicista en activo. Lo ha visto todo desde dentro de una Big 6. Escribe lo que otros no pueden decir con nombre y apellido. Análisis serio, datos reales y cero humo.

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